La muerte, a todos nos tocará. Tarde, temprano, apresurada, buscada, a escondidas, con dolor, a la carta, inesperada. Con atenuantes, con compañía, en la soledad. Instantánea, esperada, anunciada.
La muerte es muerte, aquí y en China. Las formas de asumirlas son tan variadas como los matices de los colores. Vivir la muerte, o morir la vida. Colgar los tennis, estirar la pata, colgar el traje, entregar el equipo. Cruzar el tunel...
Hay mil formas de llamarle. Pero no es mi intención hablar al respecto. Hoy quiero explicar mi forma de ver la muerte.
Estamos vivos, pero a veces no nos damos cuenta de ello hasta que sentimos la muerte cerca: un accidente, una muerte cercana o lejana, un mal sueño. La única pulsión que cumplimos es la de muerte. No es tan simple asumir la muerte, y tampoco la vida.
Cuando muera, se que no podré llorar mi muerte. Que tal vez alguien llorará que ya no estoy, que dejé algún espacio vacío. Yo creo que cada vez que lloramos por alguien que se va, es porque lloramos nuestra propia muerte, porque hacemos consciencia de que algún día no estaremos. y queremos sentirnos vivos, buscamos de todas las maneras posibles vivir, sentir, recordar, estar presentes. De pronto el sentimiento desaparece y todo vuelve a ser normal, gris.
Y lo he vivido...
Las personas que son parte de mis historias, quienes han dejado aprendizajes, anécdotas. Son mis historias, escribir sobre mi es terapéutico. Me es necesario poner las piezas de mi rompecabezas en orden, comprenderme a través de la mirada del otro, comprenderme en esta interacción de vida. Cada tramo recorrido, cada paso y lugar han sido claves para ser quien hoy soy.
Bienvenida
Un nuevo blog, llamado historias...
Tal vez leas de alguien que te he contado, tal ves leas tu historia. Algún punto donde tu historia se ha cruzado con la mía. Tal vez no sea como tu la recuerdes, ni como yo lo hago... el tiempo va borrando ciertos detalles, pero la esencia permanece.