Pues el que quiera comer, que trabaje. Eso dicen mis sacrosantas y sabias tías. Y les creo, hay que hacer algo para merecer lo que nos llevamos a la boca, y me quedó claro desde que era pequeña. Fui víctima de explotación infantil.
Nada más empecé a hablar y ya me traían de aqui para allá, en la tienda entreteniendo a las clientas. Me aprendí mi nombre, para que cuando me preguntaran -¿Cómo te llamas?- yo pudiera contestar -Eve Nandez- y se quedaran embobadas con la niña de los ojotes. Luego también me aprendí mí dirección. Entonces ya podía decir -Me llamo Eve Nandez y vivo en Higalgo 404-. No era tan explotada, también me recompenzaban, mi tía me compraba una caja de chocolates que en la envoltura tenian dibujada una vaca, eran de la misma forma que las monedas viejas hexagoneles y aparte tenían letras y podias formar palabras... y me comía las palabras. O dulces de Laposse, de los que tienen pasas en medio y son transparentosos, o me dejaban comer todos los nísperos de la temporada.
Y así Eve Nandez acompañaba a sus tías a todas partes: al Rancho Viejo, a caminar descalza, a comprar ropa a Villa Hidalgo, a la Huerta a regar los árboles. Creo que recuerdo más mi infancia con mis tías que con mi mamá (no te aguites moma).
Después de mi jornada laboral en la Zapatería de mis papás, enseñandole a los clientes toda clase de zapatos, aunque no les quedaran, o no fueran para ellos, pero ahí estaba. Mi mamá me contó que una vez una señora que tenía un lunar morado en su cara fue al negocio, y que yo le dije toda asustada a mi mamá, -Mamá mira esa señora, que tiene, que le pasó, hay que feo estár así.- Mi mamá se apenó y la señora se fué. Creo que mi mamá me regaño y dijo que Dios me iba a castigar (castigo a largo plazo y se acumula y con intereses me cae).
Pero bueno, luego de que vinimos a vivir a León, la explotación infantil continuaba. Los sábados: me hacían madrugar, me llevaban a comprar zapato, y me hacian cargar medias docenitas de zapatos de niño, en cajitas chiquitas amarradas con rafía. Y ahí iba Eve Nandez con sus cajitas caminando al lado de su mamá.
Ah, pero pregunten ¿cuántos pares de zapatos tenía? de todos los colores, uno para cada vestido, a juego con el moño de regalo que mi mamá ponía en mi cabeza.
Las personas que son parte de mis historias, quienes han dejado aprendizajes, anécdotas. Son mis historias, escribir sobre mi es terapéutico. Me es necesario poner las piezas de mi rompecabezas en orden, comprenderme a través de la mirada del otro, comprenderme en esta interacción de vida. Cada tramo recorrido, cada paso y lugar han sido claves para ser quien hoy soy.
Bienvenida
Un nuevo blog, llamado historias...
Tal vez leas de alguien que te he contado, tal ves leas tu historia. Algún punto donde tu historia se ha cruzado con la mía. Tal vez no sea como tu la recuerdes, ni como yo lo hago... el tiempo va borrando ciertos detalles, pero la esencia permanece.