Bienvenida

Un nuevo blog, llamado historias...

Tal vez leas de alguien que te he contado, tal ves leas tu historia. Algún punto donde tu historia se ha cruzado con la mía. Tal vez no sea como tu la recuerdes, ni como yo lo hago... el tiempo va borrando ciertos detalles, pero la esencia permanece.

sábado, 30 de marzo de 2013

Sobre mis compañeras de vida



No hay muchos años de diferencia entre nosotras. Mi papá, su papá y su mamá eran hermanos, por lo que el parentesco indicaba primas hermanas… Pero para mí más allá de eso, son compañeras y las hermanas que no tuve a su debido tiempo.

Yo soy justo la de en medio.  Eramos cinco, dos hermanas R.H., dos hermanas H.L. y yo H.S.  Nacimos entre el 88 y el 92.  El punto de encuentro podía ser el kínder, o la casa de la tía gema, o que mis tías maternas pasaran por todas para ir al rancho, o a la huerta.  No siempre las dejaban.

Jugar a las palomas en el rancho, o a hacer patitos en la presa.  O jugar México y España, o a los listones de colores. Hacer cazuelitas con tierra y agua.  Luego llegaron las muñecas, esas que imitan un modelo de mujer que es físicamente imposible.  Y que le permiten a la sociedad seguir reproduciendo los modelos machistas – matriarcales que reinan, afortunadamente, cada vez menos en los hogares mexicanos.
Un año, recibí en navidad una cocineta, para que desde niña aprendiera que el lugar de la mujer es en la cocina. un año después llegó una cuna, y me quedó claro que hay que tener hijos y cuidarlos, al final llegó el bebé para la cuna.  Al parecer, los grandes esfuerzos del Niñito Dios no funcionaron…

Con mis primas crecí. Me crié, me mal crié, aprendí, me regañaron, hicimos travesuras, rompimos cosas, viajamos, nos divertimos.  Hicimos la primera comunión juntas.

Cuando tuve que mudarme, me dolió dejar de verlas.  Compartíamos menos cosas, menos tiempo.  Anhelaba las vacaciones para estar con ellas, o que ellas vinieran a León.  Fue una relación tan simple, que me dio tantas satisfacciones, alegrías que no cambiaría nada.  Forman parte de mi vida y de mi historia. 

Las vacaciones en las que venían, salir al zoológico, a patinar en hielo, al cine, al parque.  Era algo bonito, agradable, me divertía.  Sin lugar a dudas era un cambio para ellas. Y a mi me gustaba tener compañía. 

Los años pasaron, las cuestiones amorosas comenzaron a suceder.  Secundaria, aborrecencia, sueños, ilusiónes, todo es color de rosa… ajá!  La verdad es que no, le sufrí.  Pero salí viva.  Salimos vivas, pero no todas juntas.  Dos salieron del país, una se mudo de rancho,  y otra se quedó con una bebé. De las cinco, tres ya están ahorcadas, perdón castradas, digo casadas.  A mi me falta aun mucho que hacer antes de pensar en la marcha fúnebre, (nupcial) .

Espero que al destino se le ocurra juntarnos en algun momento de la vida, no me quiero morir sin reunirnos las cinco, abrazarlas fuerte y agradecer juntas la hermosa vida que nos ha tocado vivir, recordar y rememorar.



miércoles, 27 de marzo de 2013

Don papá y Doña mamá…




Me conocen desde antes de que naciera, a ellos se les ocurrió traer al mundo semejante belleza.  Afortunadamente no tienen que sentirse completamente culpables de la persona que soy... Pero si deben cargar con su dotación de culpa.
La realidad es que no me puedo quejar: me dieron (y me siguen dando) una buena vida: Nunca me faltó algo que llevarme a la boca, ni donde dormir, ni que ponerme, mucho menos zapatos (de niña, junto con el enorme moño que me ponía mi madre, tenía zapatitos que hiceran juego con cada moño, vestido y calcetas de niña caguengue).  Me dieron escuela, universidad (y espero que se rifen con un diplomado en política). 
Las cosas materiales van y vienen.  Antes y a la par, me dieron vida.  Me educaron, no solo con la temida chancla, si no con el corazón.  Me enseñaron de valores, de principios y moral.  Aprendí de religión y rezos. 
No hicieron el trabajo solos, siempre estuvieron mis tías y la escuela.  Sin duda, ellos forjaron buena parte de mí.  Si yo fuera una casa, ellos pusieron los cimientos y las primeras paredes.
Mencioné que no tengo muchos recuerdos de ellos jugando conmigo.  Pero si tengo otros recuerdos: mi papá me enseñó a andar en bicicleta en un parque cerca de mi casa en La Chona, me cai varias veces, pero el siempre estuvo ahí para levantarme, y lo sigue haciendo, cuando me caigo sé de cierto que estará su mano para apoyar la mía. Sabía que el sostenía el asiento de la bici, y eso me daba seguridad, hasta que lo soltó y pude hacerlo yo misma.  

Antes de mudarnos definitivamente, yo tendría 5 años. (intentando resolver el mentado complejo de edipa) mi papá, por el trabajo tenía que estár en León entre semana y solo lo veíamos los fines de semana.  No le gustaban los perros, pero se tuvo que acostumbrar.  Yo sé de cierto que mi madre le dijo: si no tenemos prro me voy de la casa.  En realidad no.  Pero es cuestión de ceder y convivir.  

Mi madre en su afán de verme bonita, me peinaba, vestía y calzaba como muñequita. Ella si jugaba con nosotros, con mis primas en el rancho.  O nos ponía a hacer cosas.  Si le daba lata me botaba con las tías y santo remedio.  Cuidaba que comiera, que durmiera, me bañara.  Me enfermaba mucho, siempre cuido de mí.  No se como me escuchaba que cuando me sentía mal ya estaba con medicina, o con el doctor.  

 Me educo bien, me enseño a pedir las cosas por favor y dar las gracias, a ser buena y decir la verdad, a tallarme atrás de las orejas.   Pero con su ejemplo he aprendido más: No cruzarse de brazos y esperar, ella nunca espera, siempre está haciendo algo, buscando lo mejor.  No se queda callada.  Tiene una forma poco sutil de decir las cosas. 

Es curioso, a veces siento que mi hermana quiere más a mi papá que yo y la culpa me invade.  Es solo una percepción mía, pero alguien me contó que es muy difícil para los padres dar cariño a los hijos, demostrarlo. Y que en principio, ser estricto y rígido es lo que saben hacer.  Pero es lo mejor, pero hacen lo mejor que pueden por nosotros.

 Sus palabras, consejos, enseñanzas y ejemplos han dado frutos. Tal vez no he sido la mejor persona, o la mejor hija, o la mejor estudiante, y distaré de serlo.   Sé de cierto que les molesta que no siga al pie de la letra lo que dicta la sociedad. 

Yo he visto han ido cambiando su forma de ver las cosas, los conozco. Reconozco actitudes, ideas, y manías suyos en mí.  Pero  también reconozco cambios que me han permitido sugerirles, cosas que han hecho más disfrutable esta relación.  Y que bueno… si miramos en retrospectiva, y no se hubiera tomado la desición de mudarnos de ciudad… dudo que hoy estuviera escribiendo. 
Siguen haciendo de todo por mí y por mi hermana.  Buscan lo mejor, nos apoyan aunque no entiendan nuestras aficiones.  Si, a veces somos necias, pero … somos un buen espejo de ustedes.  No somos una versión de ustedes al 100% pero si hemos heredado más que genes, defectos y virtudes.  
Me es muy curioso, como es muy cierto lo que ví en alguna de mis materias:  aunque sean hermanos, no son los mismos padres.  Lo que atraviesan, las situaciones, la experiencia es distinta con cada hijo.  Y se nota. 

sábado, 23 de marzo de 2013

Objetos...




En la semana visité una librería especializada en niños.  Para mi agrado no solo había libros, sino también una amplia selección de juguetes didácticos, y otros no tanto.  Eran montones por doquier, yo sentía que en cualquier momento, al mover un libro de su lugar la tienda entera iba a colapsar. 

Durante el recorrido observe algo peculiar que puso a trabajar las neuronas que se encargan de esa cosa tan linda que llamamos memoria.  De regreso a mi infancia recordé un juego de memorama, y junto con ello se activaron recuerdos de momentos agradables que me brindó mi juguete. 

No era un memorama cualquiera.  Estaba hecho de cartón duro, cada tarjeta tenia la forma de un corazón regordete, una de las caras estaba llena de conejitos de la marca que los fabricaba, y por el otro lado, una bonita obra de arte. O al menos asi me lo parecía en aquellos entonces.  Las parejas no estaban formadas por 2 figuras iguales, si no eran parejas de animales, hembra y macho con características quasihumanas:  la hembra lucía femenina y coqueta, con flores y adornos, el macho pues sólo estaba.  Obviamente el mercado de ese juguete eramos las niñas, porque nos educan entre corazones, príncipes azules, moños y cintas en los cabellos largos y cuidados.

Si, también me hace recordar que los domingos mi madre pretendía regalarme: me ponía en la cabeza tremendos moños, como si fuera el remate de una envoltura de las que vendía una señora en el centro llamada Patrocinio.  Esas cajas estaban adornadas con cintas, lazos, telas, listones… vaya casi les ponía el molcajete.  Eran típicas en los regalos de intercambio de Navidad en la casa de los H.
Regresando a mi memorama.  Me gustaba.  Me gustaba jugar con el.  Lo conocía tanto, que ya reconocía las cartas, y no era que fuera tramposa sólo era la costumbre del reconocimiento, del juego constante.  Si no eran mis primas, era alguna hija de los clientes de la zapatería, o mi mamá pocas veces.  Casi no tengo recuerdos de mis padres jugando conmigo. 

En esos tiempos, llegó a mi un libro que se llamaba nadie quiere jugar conmigo.  Era de cartón muy grueso, nunca fue blanco, más bien color crema.  Me identificaba con el personaje: aparte de tener unos ojos grandes, iba vagando por la casa buscando quien quisiera jugar con el.  No sé que habrá pasado con ese libro.  Pero si en algún momento lo llego (o si alguien que me lee) a encontrar en algún bazar o librería de usados sería un reencuentro mágico. 

Si de algo no me queda duda, es que los momentos más felices de mi niñez los pasé con mis primas y mis tías.  No por nada hago mención de que mis primas son mis compañeras de vida, y a pesar de la distancia, siguen presentes.  Jugar con la tierra, ensuciarse con lodo, mojarse en la lluvia. Brincar en los charcos, saltar la cuerda, caerse, rasparse las rodillas, trepar arboles, hacer columpios en las ramas, jugar con cajas. 








viernes, 22 de marzo de 2013

Primer Mudanza...

Hay cuatro cosas que me han cambiado completamente la vida: dejar la ciudad natal de mis padres (La Chona, Jal.), entrar al FLC, estudiar Psicología y vivir el DF.

Y como el título lo sugiere, fue la primera vez que me alejaba de todo lo que conocía.  Literalmente todo:  Mi familia, mi escuela, mis compañeras de vida (primas), mi casa, mi calle, mis vecinos, mi tierra, mis costumbres, mi perro, mis rutinas, el rancho, el aire, el sonido de las campanas de la iglesia, la comida y cuidado de mi tia chula...

Era algo necesario, yo no quería... me sentía muy muy sola.  No tenía con quien jugar, después llegaron las vecinas y primas... pero nada como mis compañeras de vida.  Anhelaba el fin de semana para ir a visitarlas, quedarme con ellas, jugar, platicar. 

Repetí 3ro de Kinder... era raro.  Ya no había rancho.  Extrañaba eso.  a cambio había escaleras eléctricas, juegos electrónicos, elevadores, tiendas grandes, helados, una ciudad grande.  Un mundo distinto.

Vivir lejos implico alejarme, pero ver el mundo con otros ojos, descrubrir cosas nuevas.  La escuela en la que estuve, las personas que conocí ahí.  La forma de ver las cosas, de pensar las cosas y hacerlas.  El panorama era más amplio: más escuelas, más lugares que visitar, más personas.

Primer mudanza, a la calle del prado 207-int 2. Col. Jardines del Moral.   Lo recuerdo muy bien.  viví ahí casi 9 años. Ahí lloré la extrañeza de estar más sola, de comenzar a escribir mi historia.  De conocer personas nuevas. 

Fuimos a dar a León por el trabajo de mi papá.  Y fue una desición que nos cambió la vida. Adaptarnos fue sencillo.  Hubo personas que al principio nos acogieron, después nos dieron la espalda.  Pero no fueron indispensable.  No tendría familia allá, pero me hice de buenas amistades.  Que algunas permanecen en el tiempo y el espacio. 

El desarrollo personal que todos en la familia tuvimos se reflejó en muchas cuestiones. Yo puedo decir que si no hubiera cambiado de ciudad, mi forma de ver las cosas, de actuar, pensar y creer sería muy distinta.  Ciertas ideas misóginas y machistas perpetradas en la tradición familiar hubieran echado raíces profundas en mi sistema de creencias, entre otras cosas. 

En mi primer mudanza, aprendí a dejar cosas atrás, a afrontar los pequeños problemitas que nos pone la vida, que cada vez son mayores...  Los vínculos y lazos familiares se hacían cada vez más débiles, no se han roto; sólo son blandos, delgados transparentes.

Pero, a pesar de que los vínculos sean débiles... hay algo que me liga a esa, mi tierra natal.  Son los ancestros, las amistades, la tranquilidad o la zona de confort que representa...



miércoles, 20 de marzo de 2013

Marijo...


Un lazo sanguíneo que para mí, va mas allá.  Es parte de mí y yo soy parte de ella. 
Tengo 14 años de conocerla, si, desde antes que naciera la conozco... Conozco una parte de su historia, la parte que he vivido a su lado.   La he cuidado, acompañado y ayudado.  Pero también he aprendido con ella y de ella.  Su felicidad me hace feliz, y su tristeza me duele.

A pesar de los casi 10 años que nos separan hemos tejido una hermandad maravillosa.  Escucha, confianza.  Sin lugar a dudas es mi hermana favorita.

Hace tiempo, cuando me mude de ciudad, fue cuando me di cuenta de lo que había logrado con ella.  Vencer esas barreras de la edad.  Acercarme, entender y comprender su mundo.  Hablar en su idioma, hacerme parte de su vida.  Compartír.

Su historia, nació antes de tiempo, fue muy delicada. Bla.  Lo que quiero contar aquí es como me ha sorprendido.  Ha logrado tantas cosas mágicas.  Crítica, luchona, con una perspectiva del mundo que ha construido con lectura y vivencias, que ha madurado escuchando al mundo y lo que hay a su alrededor.

Bienvenida...

Un nuevo blog, llamado historias...
Tal vez leas de alguien que te he contado, tal ves leas tu historia.  Algún punto donde tu historia se ha cruzado con la mía.  Tal vez no sea como tu la recuerdes, ni como yo lo hago... el tiempo va borrando ciertos detalles, pero la esencia permanece.



Tia Chula...

Mi historia podría comenzar aquí.  Olores que inundaban la casa, que reunían a la familia. Que hacían agua la boca.  Palabras que no se olvidan.  Yo tendría unos 4 años, creo que es de los recuerdos más antiguos que tengo.  Yo estaba en el Jardín de niños cerca de esa casa grande, donde ella vivía, y donde yo he vivido muchos de mis mejores y peores momentos.  Donde está enraizada una buena parte de mi historia. 

Su cuidado.  Estaba jugando a la hora del recreo, y ella preparaba el desayuno para mí.  procuraba llevar comida como para un ejercito, y pretendía que yo comiera todo... Mi estómago era pequeñito.  Y sólo comía las galletitas y dulces que llevaba.

En esos tiempos también, ella me llevaba a León, a que me vacunaran, pues en el pueblo no había acceso a esas medicinas.  El viaje en el camión, yo preguntaba muchas cosas. Ella siempre contestaba. Luego, el piquete feo.  Luego algún bonito premio para la niña que se portó bien.  Después la visita a papá que estaba en la fábrica trabajando: un olor a piel y cuero que hasta la fecha lo asocio con él.  Esos recuerdos que se quedan en el tejido neuronal.   Un paseo, y de regreso a casa.

Jugar en la cocina, intentar cocinar, ser consentida con la comida que la niña tuviera antojo. Preparada con todo el cariño del mundo reunido en un simple platillo.  El amor que intenta saciar una necesidad básica, la alimentación.  Y así era como ella nos demostraba lo mucho que nos quería.

El tiempo no pasaba en balde. Cada vez se notaban más sus canas cuando peinaba sus cabellos al sol, y caminaba más lento.  Luego vino el bastón.  Pero nunca dejó de ir a misa, o cuidar a sus sabandijas, como les decía a los canarios que tenía.  Había mucho que aprender de ella... Si me decía que me llevara suéter porque llovería, más valía hacerle caso. Debieron contratarla para predecir el clima.

Sus historias: porque nunca se casó, la edad de sus hermanas, como era la vida en el campo, conocí a mi abuela y la otra historía de mi madre a través de ella.  Escucharla, porque tenía mucho que contar, escucharla porque su sabiduría no se podía quedar sin ser conocida, escucharla, porque ella antes me escucho.  Escuchar sus recomendaciones, porque quiere lo mejor para mí.

Luego del bastón, vino la andadera y al final la silla con ruedas.  Al principio me dolió: sabía que el final de sus días vendría más pronto que tarde. Preferí hacerle más compañía, escucharle más y cepillar su cabello.  Acompañarla con un sandwich de nieve de los que le gustaban y escucharla rezar el rosario.  Al final esos son los recuerdos que quedan.  Los de cuidado, de amor...