No hay muchos años de diferencia entre nosotras. Mi papá, su
papá y su mamá eran hermanos, por lo que el parentesco indicaba primas
hermanas… Pero para mí más allá de eso, son compañeras y las hermanas que no
tuve a su debido tiempo.
Yo soy justo la de en medio.
Eramos cinco, dos hermanas R.H., dos hermanas H.L. y yo H.S. Nacimos entre el 88 y el 92. El punto de encuentro podía ser el kínder, o
la casa de la tía gema, o que mis tías maternas pasaran por todas para ir al
rancho, o a la huerta. No siempre las
dejaban.
Jugar a las palomas en el rancho, o a hacer patitos en la
presa. O jugar México y España, o a los
listones de colores. Hacer cazuelitas con tierra y agua. Luego llegaron las muñecas, esas que imitan
un modelo de mujer que es físicamente imposible. Y que le permiten a la sociedad seguir
reproduciendo los modelos machistas – matriarcales que reinan, afortunadamente,
cada vez menos en los hogares mexicanos.
Un año, recibí en navidad una cocineta, para que desde niña
aprendiera que el lugar de la mujer es en la cocina. un año después llegó una
cuna, y me quedó claro que hay que tener hijos y cuidarlos, al final llegó el
bebé para la cuna. Al parecer, los
grandes esfuerzos del Niñito Dios no funcionaron…
Con mis primas crecí. Me crié, me mal crié, aprendí, me
regañaron, hicimos travesuras, rompimos cosas, viajamos, nos divertimos. Hicimos la primera comunión juntas.
Cuando tuve que mudarme, me dolió dejar de verlas. Compartíamos menos cosas, menos tiempo. Anhelaba las vacaciones para estar con ellas,
o que ellas vinieran a León. Fue una
relación tan simple, que me dio tantas satisfacciones, alegrías que no
cambiaría nada. Forman parte de mi vida
y de mi historia.
Las vacaciones en las que venían, salir al zoológico, a
patinar en hielo, al cine, al parque.
Era algo bonito, agradable, me divertía.
Sin lugar a dudas era un cambio para ellas. Y a mi me gustaba tener
compañía.
Los años pasaron, las cuestiones amorosas comenzaron a
suceder. Secundaria, aborrecencia,
sueños, ilusiónes, todo es color de rosa… ajá!
La verdad es que no, le sufrí.
Pero salí viva. Salimos vivas,
pero no todas juntas. Dos salieron del
país, una se mudo de rancho, y otra se
quedó con una bebé. De las cinco, tres ya están ahorcadas, perdón castradas,
digo casadas. A mi me falta aun mucho
que hacer antes de pensar en la marcha fúnebre, (nupcial) .
Espero que al destino se le ocurra juntarnos en algun
momento de la vida, no me quiero morir sin reunirnos las cinco, abrazarlas
fuerte y agradecer juntas la hermosa vida que nos ha tocado vivir, recordar y
rememorar.